Más allá de la sequía: cuando el trabajo serio y apasionado, rinde.
Los Carattoli, en Monte Maíz (Córdoba) padecieron 60 dias sin lluvias, entre fin de enero y fin de marzo. Sin embargo, planificar, tener buena información y la mejor tecnología los ayudó a enfrentar la sequía y, a pesar de ella, sacar 5.800 kg/ha de soja en muchos lotes. Aquí, la historia de una familia de inmigrantes italianos que vale pena conocer.
La soja rinde y genera alegría en la ingeniera Gisela Carattoli, que lleva la agricultura de la firma, y Agustín Bertapelli, de La Bélgica, distribuidor de DONMARIO en la zona.
Gerardo Carattoli en el criadero de cerdos de la empresa. Allí utilizan la mayor parte del maíz que producen, pero también trigo y soja. Integración y sustentabilidad.
La “pampa gringa” está llena de emprendedores que vale la pena conocer. Muchos de ellos descendientes de italianos que llegaron a esas tierras hace más de 100 años, cuando todo estaba por hacer. Y lo hicieron, a pesar de tantas cosas que pasaron y pasarán, como la sequía que golpeó a la producción en la campaña que termina.
Uno de esos casos de emprendedores que inspiran está en Monte Maíz, provincia de Córdoba. Es el de la familia Carattoli, que ya cuenta a la cuarta generación trabajando en una empresa que tiene a la agricultura como bastión principal, pero que fue creciendo y diversificándose para ganar, entre otras cosas, sustentabilidad.
La firma se llama ahora Gerardo y Sergio Carattoli, los dos nietos del quintero italiano que vino a la Argentina a hacer lo mismo que hacía en su país natal: trabajar la tierra. Aquí, el hombre empezó arrendando y fue su hijo, Victorio José, el que compró los primeros pedazos de campo, en 1962, con un crédito a 30 años del Banco Nación.
“Podría decirse que ahí arrancó lo que ahora es nuestra empresa. Sembrando sorgo y haciendo ganadería. Y le fue muy bien, como para pagar en sólo 2 años el crédito que le habían dado a 30”, explica orgulloso Gerardo, sentado en la oficina de la planta de silos de la empresa, que está en plena obra, con topadoras yendo y viniendo en un predio vecino, que compraron para agrandar su capacidad.
A pocos kilómetros de allí, en un lote sobre la ruta 11, camino a Isla Verde, su socio y hermano, Sergio, está manejando una de las dos modernas cosechadoras que tiene la empresa, trillando un lote con soja DM 46i17 IPRO.
Mientras va y viene sobre el piso blando, el monitor de rendimiento no baja de los 5.000 kilos por hectárea , y el hombre detalla el parque completo de maquinaria con el que cuentan, además de camiones para llevar los granos al puerto.
“Apuntamos a tener todo de primer nivel y hacer los trabajos con la mayor eficiencia. Por eso nos importa la genética de la semilla y tener el mejor manejo agronómico. No podemos desperdiciar toda esa inversión trabajando con la maquinaria mal y fuera de tiempo. Por eso, hacemos las cosas nosotros”, piensa Sergio.
Cuando dice “nosotros” no significa que el hombre está todo el día arriba de la cosechadora. No tiene problema en hacerlo, porque está claro que le gustan los fierros, pero esta vez sucede porque el maquinista habitual tuvo un inconveniente y la trilla no se puede detener, en una ventana de buen tiempo que dejó el regreso de las lluvias.
Los hermanos, Gerardo (53) y Sergio (49), se incorporaron a la empresa a comienzos de los `90, cuando su padre ya tenía 300 hectáreas y había instalado un criadero de cerdos. Desde entonces, no pararon de crecer.
En 1991 sembraron su primer lote de soja en directa. Luego, comenzaron a crecer en superficie alquilando campo y ampliaron el criadero de cerdos. Por ese entonces los asesoraba uno de los pioneros de AAPRESID en la zona, Jorge Mazzieri.
Hoy, trabajan 700 hectáreas propias y unas 3.300 alquiladas. Entre estas últimas, tienen algunos campos desde hace casi 25 años, lo que marca claramente las relaciones de largo plazo que les gusta cuidar.
“En tantos años, hemos pasado muchos gobiernos, muchas políticas, muchas inundaciones y muchas secas, y siempre mantuvimos la idea de analizar bien cada situación, cada lote y tomar las decisiones de la manera más profesional posible”, resume Gerardo.
En esta campaña, tan dura por la seca, ellos también sufrieron las consecuencias en varios campos, pero en muchos otros pudieron equilibrar la balanza, en base a un buen análisis y mejor información.
La ingeniera agrónoma Gisela Carattoli, hija de Sergio, quien gestiona la agricultura con la guía del asesor José Luciano, que hace años que trabaja con ellos, cuenta que en los lotes en los que tenían un buen nivel de napa sembraron DM 3815 y DM 40R16, con los que lograron excelentes resultados.
Con la primera, sembrada en muy buenos lotes el 9 de octubre y cosechada a principios de marzo, lograron un promedio de 4.900 kg/ha. “Cuanto más temprano se siembre esta variedad, mejor”, evalúa Gisela.
Con la 40R16 la historia fue aun mejor. Sembrada el 20 de octubre y cosechada a fines de marzo, obtuvieron un promedio de 5.800 kg/ha.
Las dos variedades aprovechan los nutrientes que quedan de la muy buena fertilización que hacen en el resto de los cultivos que integran la rotación, como maíz y trigo. Y son protegidas con una aplicación de fungicida cuando el cultivo está en R3/R4.
En cuanto a insectos, en las variedades que no tienen tecnología Intacta, hacen una aplicación, pero el año pasado se inclinaron a sembrar casi un 50% de variedades de soja con estas características.
¿Por qué? Porque la zona suele tener problemas de piso, y si no se puede entrar con la pulverizadora para tratar a la soja contra los insectos, la tecnología Intacta es una tranquilidad.
Contra las malezas, un verdadero drama en la región (sobre todo el yuyo colorado), trabajan con pre-emergentes y cuando pueden apuntan a hacer barbechos largos. Pero tienen una rotación muy intensiva, que suma altos porcentajes de maíz y también trigo.
En éste último cereal, el año pasado tuvieron muy buenos resultados con las variedades Ceibo y Fuste, de DONMARIO. Querían sembrar Algarrobo, también del semillero y la variedad más vendida del país ya durante dos campañas, pero se les pasó la fecha de siembra óptima.
“Igualmente, estamos muy contentos con los resultados, porque sacamos 5.200 kg/ha promedio”, resumió la joven ingeniera, de 27 años.
A esta familia de emprendedores le gusta probar nuevas tecnologías y estar siempre a la vanguardia. Para eso, trabajan codo a codo con La Bélgica, el distribuidor de DONMARIO en la zona, que tiene su oficina a pocas cuadras de la planta de acopio de los Carattoli.
“Con ellos hicimos varios ensayos, probando variedades, y de ahí sacan muy buenas conclusiones. Este año fue el primero que usaron trigos nuestros y mal no les fue, ¿no?”, reflexiona Agustín Bertapelli, de La Bélgica. Y agrega que en 2018 seguirán con las variedades del semillero en la campaña de fina
Del otro lado, Gerardo Carattoli dice que a las sojas DM las conocen desde hace tiempo y está convencido de que “son las que más rinden y las más estables”.
En cuanto al maíz, la mayor parte del que producen lo transforman en carne de cerdo en el criadero familiar, que ha venido creciendo sostenidamente en los últimos años. También por allí pasó el trigo en las épocas en las que era muy difícil venderlo, durante el kirchnerismo.
Y la soja, igual que los cereales, también se integra en las raciones, que elaboran en su propia planta de alimento balanceado.
Está clara la integración sustentable que armaron estos descendientes de inmigrantes italianos que le dan una impronta muy productiva a la pampa gringa, y que solo piensan en seguir creciendo.
En breve, se incorporará a la empresa la hija de Gerardo, que está haciendo sus primeras armas como contadora y ayudará a ordenar los números de la expansión.
Entre todos, arman la estructura para que en años como éste, en el que estuvieron 60 días sin lluvias, entre fines de enero y fines de marzo, no generen daños irreversibles. Tienen una treintena de empleados que mantener y eso también es para ellos una gran responsabilidad, cuenta Gerardo.
Pero con inteligencia, tecnología e información, lograron atravesar un año difícil en buena forma. Y, ahora, van por más. Con la pasión que los caracteriza. Un verdadero ejemplo.